<<¡Si yo sé que me vas a decir eso, mejor no te hubiera dicho nada!>>.
Paso seguido, el engreído esposo le replica con frases despectivas y algunas cayendo en el terreno de lo denigrante; generando en la sumisa esposa un estado emocional de dignidad herida cuyo mecanismo de defensa, fue el llanto. Esta anécdota verídica, que es incluso cotidiana, degeneró en tan humillante desenlace verbal, por causa de la actitud de entrega de la mujer, que dió la respuesta inapropiada, con la que además entrega en bandeja de plata su dignidad. Eso no es admisible, y es lo que voy a referir en este post.